La luz se encendió. Tal vez fue en ese momento que Roger Wagner pudo descubrir la magnitud del fenómeno: miles de rayos de luz multicolores caían por la escotilla. Quizás sin proponérselo había logrado presenciar un espectáculo natural muy poco frecuente: el nacimiento de un nuevo planeta.
Vio como poco a poco se formaban océanos y continentes. Vio emerger del mar grandes picos rocosos que formaban las cadenas rocosas de los continentes.
Los rojos predominaban el espectáculo. Los continentes al rojo vivo parecían apagarse poco a poco en los grandes océanos azules.
Una vez apagados los continentes comenzaban a colorearse nuevamente. Ahora predominaban los verdes. Grandes bosques y selvas emergían rápidamente de las enormes masas de tierra.
Pájaros, mariposas y flores matizaban los verdes e iluminaban los bosques. Grandes espejos de aguas interiores reflejaban el verde intenso y la cabina parecía encenderse de un verde muy vivo.
Debía continuar con su misión. En el monitor principal la orden al computador de continuar con el rumbo prefijado.
En su viaje, la idea de volver a ver aquel continente era lo único que pasaba por su mente. Nuevamente vuelve al monitor principal. Nueva orden de cambio de rumbo. Sobre el continente, nueva orden al computador: descender.
Las imágenes fueron impresionantes. Miles de verdes vivos e intenso predominaban en el escenario natural en el que se encontraba. Las aves volaban libres desplegando sus vivos colores, sus trinos dominaban los sonidos de la zona.
Un poco mas allá un gran lago azul. Al llegar a él pudo descubrir cientos de especies multicolores de peces nadando libremente. El agua podía beberse y tenía un frescura nunca hasta ahora probada por él.
Mas adelante pudo probar la dulzura de los frutos de los árboles que poblaban las márgenes del lago.
Un sonido conocido pero ensordecedor turbó sus sentidos. Una nave bajaba a la orilla del lago. En su mente la idea de que seres con malas intenciones llegarían a aquel nuevo continente estremeció su cuerpo. Corrió hacia la nave. Esperó. Su rostro permaneció rígido, sus puños apretados, sus dientes temblorosos.
La puerta de la nave comenzó a abrirse: descendió la escalera y su tripulante descendió suavemente. Tan suave como la brisa que se levantaba en la zona en ese momento. Al quitarse el casco, su sonrisa pareció iluminar aún mas el día. Una joven tripulante que había presenciado el nacimiento del continente, también sintió la necesidad de descender….

1 comentario

morgana · 16 abril, 2010 a las 4:58 pm

que bueno, que bueno, que bueno

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