Daba vuelta a la esquina del oscuro corredor principal el comandante Ferguson. La colisión había descompuesto el generador de energía. Su rostro denotaba desconcierto. En sus 37 años al servicio de la O.M.A. (1) y sus más de cinco al mando del VIRTUAL III jamás había experimentado una sensación similar. La tenue luz de emergencia de la sala de mandos permitía ver – entre la nube de polvo – los trozos del meteorito. Aún intenta explicarse como el computador central pudo omitir informar de su presencia. Es totalmente imposible que los sistemas de radar del control satelital no detecten un objeto volador de la envergadura de éste. Pero mas extraño aún es que pese al brutal impacto, la nave no haya experimentado daños significativos.
Luego de sentarse en su asiento – aquella especie de trono que varias veces lo hizo soñar con que era un rey – solicita al computador principal realizar un recuento de los daños causados a la nave y la repetición del accidente desde el momento del avistamiento del meteorito. Su rostro – menos tenso – reflejaba, como un espejo, las imágenes que se sucedían en el monitor principal.
Una y otra vez en su mente la idea de que algo no cerraba. El computador debió haber informado del posible accidente. El hubiera podido evitarlo. La inseguridad que generaba esta idea hacía cada vez mas rígidos los gestos en su rostro. La respiración aumentaba en su intensidad y su pulso se aceleraba. El computador informó de estos dos elementos. La adrenalina corría ahora con mucha mas intensidad por sus venas. Esto le permitía estar mas atento al monitor principal. Si la posibilidad de otra colisión lo hacía agitarse, la posibilidad de un ataque de una nave enemiga lo mantenía aferrado a su asiento como si estuviera pegado al respaldo.
Ahora el viaje no presentaba mayores inconvenientes por lo que su cuello comenzó poco a poco a aflojarse. Su pulso comenzaba a volver a los parámetros normales. Poco a poco el VIRTUAL III comenzaba a perder velocidad. Los sistemas de computación volvían a su estado de letargo. En el monitor principal – a lo lejos – aparece un punto. Ferguson se incorpora sobresaltado. Otra vez el computador omitió avisar de un meteorito. El pulso aumenta de forma incontrolable. A medida que el punto crece en el monitor la adrenalina llena todo su cuerpo. Cuando la sangre está a punto de hacer estallar su corazón, el computador principal informa: GAME OVER.
Ferguson – Juan Carlos Gonzalez – sale del aparato de generación de realidad virtual totalmente transformado. Su rostro tenía una mezcla de terror con alegría. Había vivido por tres minutos un viaje por nuestra galaxia. Nunca atendería de la misma forma la papelería a la que debía volver a trabajar el lunes por la mañana.
(1) O.M.A. – Organización Mundial Aeronáutica
1 comentario
Maria · 15 abril, 2010 a las 7:20 pm
Gracias por encontrarlo, gracias por aparecer, me encanta este cuento aunque ya sepa el final.
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