Todo sucedió de repente. Sus ojos fijos no podían dejar de mirar. Nunca creyó que podía ser participe de un hecho de tal magnitud. La nave estaba allí. Tal cual la describen los diarios y las revistas especializadas. Con forma de plato gigante.

El rostro del sr. Lopez denotaba desconcierto. ¿ Qué estaba viendo? ¿El whisky de las seis, religiosamente tomado con sus amigos en el bar El Pisco, estaba haciendo efecto? Y la otra gente… ¿veían lo mismo que él?

Miró alrededor con miedo a ser catalogado de ebrio. Dos whiskys no pueden emborracharme, se dijo. La imagen fue aterradora. Cientos de personas observaban el fenómeno con ojos desorbitados. Otros corrían despavoridos a buscar refugio en sus hogares. Viejas señoras rezaban sus rosarios en la plaza de la ciudad. Madres cobijaban a sus niños en su seno como queriendo meterlos dentro de su cuerpo. Gritos, lamentos, llantos, horror. ¿Estaba llegando el fin del mundo? ¿Invadirían nuestro planeta ?
El Sr. Lopez estaba confundido. En la Agencia Aeronáutica tenían bien claro que existían civilizaciones mas alla de su planeta. Pero pese a ello sus instintos mas básicos le estaban haciendo una mala jugada. Era un momento para serenarse. El estaba entrenado para  asistir personas en momentos de caos. El debía dar una palabra de tranquilidad a todas aquellas personas que corrían despavoridas. Sin embargo, aún no podía contener ese temblor en sus rodillas que lo hacían permanecer inmóvil, igual que el árbol, robusto y frondoso, donde él intentaba recostarse a meditar.
La tarde caía sobre la ciudad. Todos mantenían el estado de alerta. La radio dió cuenta del fenómeno OVNI que se observaba en el parque. La TV mostraba al resto de los ciudadanos la imagen del plato gigante suspendido en el cielo, a unos ciento setenta metros, comentó el Comandante General de la Agencia Aeronáutica. Nadie dormiría esa noche en la ciudad. Las señoras viejas rezarían una y otra vez los viejos rosarios de cuentas de madera, tal vez herencia de sus abuelas, las madres cobijarían a sus niños al igual que las gallinas lo hacen con sus pollitos. Algunos jóvenes miraban indiferentes. Daba igual. ¿ En que cambiaban sus vidas?
Nacie en la ciudad vió la luna aparecer detras de las sierras. Las estrellas pasaban desapercibidas para todos los ciudadanos. Un único tema giraba en sus mentes «¿ Qué será de mí mañana?»
Gracias a  ello, nadie percibió que el Sr. Lopez no estaba cumpliendo su misión. Recobrada la serenidad interior, caminaba hacia las sierras. Estaban a pocos quilómetros de la ciudad. Ya en la cima, la imágen fue aterradora: cientos de personas preocupadas, ansiosas, asustadas.
En su rostro el reflejo de la luna remarcaba la huesuda mandíbula. Sus ojos verdes parecían estar encendidos. El reflejo hacía que sus cabellos brillaran cual hebras de oro.
La luna montaba su magnífico espectáculo para un único espectador.

1 comentario

Maria · 15 abril, 2010 a las 6:11 pm

Me encantó, precioso cuento.-

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