Cerró la puerta con firmeza. No se volvió hasta llegar a la esquina. Los recuerdos eran muy fuertes. Vejas melodías sonaban en sus oidos. Tal vez las más gratas y dulces que pudo alguien alguna vez escuchar.
Al volverse su pasado parecía correrlo, esta era la última vez que se cambiaba de hogar. Desde hoy estaba dispuesto a vivir de aqui para alla. Sin hogar, sin punto fijo, sin pareja, sin amor, sin recuerdos.
Siempre sintió mucho amor por su hogar. Dio amor y calidez, lo decoró, lo hizo suyo. En cada uno de sus hogares sembró plantas y flores. Puso cortinas, reparó las humedades, pintó las paredes, les dio vida. Era duro ver su ex hogar resplandecer a la distancia. Quizas, pensó, esto era reconfortante. Era señal de vida, de que podía hacer crecer plantas y flores, de que gracias a él, algo, al menos algo, había cambiado.

2 comentarios

Maria · 15 abril, 2010 a las 6:15 pm

Todos tenemos la capacidad de hacer que las cosas cambies, todo depende del empeño que pongamos y de que nos demos cuenta después que sí cambiaron.

morgana · 16 abril, 2010 a las 4:52 pm

bien, enigmático pero bueno, quiero ver más…

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